Con el simple hecho de pasar alrededor del embalse de Muña se puede observar el contraste con su pasado. Lo navegan los fantasmas de las regatas que desde la década de los ochentas desaparecieron por el desagradable olor. Su costa está rodeada por gigantescos cultivos e industrias que perpetúan los niveles de los intoxicantes de sus aguas oscuras.